Jon Nikolas Lz. de Ituiño
Miembro de Euskaria Fundazioa
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Antes del Big Bang el silencio cósmico estaba contenido con toda su energía en la nada que envolvía el vacío. Con el silencio que impuso el franquismo durante toda su existencia, el vacío democrático extendía su legalidad de hierro en nombre de la mayoría silenciosa. El Dictador imponía su Régimen, al servicio de una España Grande y Libre, en nombre de toda una mayoría silenciada. En el 77, con la transición del glorioso Movimiento, deviniendo en legalidad democrática, no se restableció la legitimidad democrática y el derecho a decidir del ciudadano quedó prisionero del Cambio. Sin embargo, con el vacío de los derechos limitados a la legalidad vigente nada cambió, aunque todo sería posible en ausencia de violencia.
Con motivo de los procesos democráticos extensivos a Europa, el sujeto de autodeterminación proclamado en la carta social de la ONU tiene un nuevo horizonte de derechos visibles. La observancia del principio jurídico internacional del derecho de autodeterminación, reservado a las colonias, ha sido sobrepasado por el derecho a decidir en democracia. Desde los años 90, la implosión del big-bang europeo expande el mapa de los pueblos y naciones enmarcándose en los límites de nuevos Estados.
Los miembros del Club formado por la Unión Europea amenazan a los nuevos aspirantes con los peligros de abrir la Caja de Pandora. El ejercicio del derecho a decidir de escoceses y catalanes, en el horizonte, se anuncia como el riesgo imprudente de Pandora rompiendo los precintos de su caja. En el caso de Catalunya, el legado de Zeus (la Constitución española) se hace imperativo para evitar todos los males, las miserias, calamidades, que afectarán a la mayoría silenciosa por la irresponsabilidad nacionalista. Un millón ochocientos mil iluminados acogidos bajo los colores de su bandera, atendiendo la convocatoria de la Diada, resulta que son irrelevantes.
El Sistema se ve amenazado si se rompe el sello de la Caja cerrada; el desastre es inmediato para la mayoría silenciosa que comprende a todos los españoles. La curiosidad de unos pocos por consultar en las urnas el contenido de mayor autogobierno de los catalanes, para conseguir mayor bienestar, desde su propia decisión ante el futuro, es el peligro. El bicéfalo gobierno del Sistema ya ha manifestado su postura –tanto la derecha del PP como la izquierda del PSOE– con la voluntad de cerrar las urnas antes de que se produzca la hecatombe.
Como en la leyenda de Pandora, desde la transición, todos los encantos y talentos de la democracia están encerrados en una caja que la curiosidad no debe explorar. Una caja que encierra la unidad sacrosanta de su España sagrada, de donde no puede salir la democracia bajo la maldición de desatar las miserias, desastres, calamidades, la ruina de Catalunya. Si los catalanes abren la caja, movidos por la voluntad de las urnas, y siguen adelante, se verán obligados a cerrarla con apresuramiento por su legalidad imperativa, de manera que –como en la leyenda– quedará encerrada la Esperanza.
El legado de Zeus, las desgracias, sacrificios, inmolaciones, holocaustos, tragedias y desastres, se desparramó por el mundo con la única contención de la Esperanza. Este legado del poder supremo del Olimpo imperante se expandió con la legalidad vigente para el mantenimiento del Sistema, como garantía de su permanencia y hegemonía. El interés del Sistema llevó a la bicefalia española a modificar su Constitución sacrosanta, sin consulta al demos, para garantizar el pago de la deuda… de los bancos. No se ven a las corporaciones multinacionales y financieras pero son las que controlan los mecanismos del poder y no necesitan de la democracia.
Sin embargo, la causa de la democracia es el respeto a la voluntad y la tolerancia del pluralismo expresada por el derecho a decidir que le corresponde a cada nación, a sus gentes. Un derecho que asiste a las personas desde la propia legitimidad de la solidaridad para construir un futuro en común, sin dar opciones a la perpetuación de formas de opresión política o social. Catalunya puesta en pie significa una república en el futuro inmediato, desde la independencia nacional, con una sociedad organizada donde caben todos los catalanes, los de antes y los de ahora.
En la celebración de la Diada, en el tercer centenario de la entrada de los ejércitos borbónicos en Barcelona, la masa crítica del pueblo catalán anuncia la separación del yugo que ata a Catalunya al sucesor de Felipe V. Nadie puede acusar a los catalanes de querer reavivar las brasas moribundas de odios nacionales. La Catalunya de hoy es la Catalunya del presente, constituida con gentes, muchas de ellas, desplazadas por el franquismo de otras nacionalidades de la Península. Es el país de sus hijos, donde los intereses de justicia, trabajo y seguridad, es idéntico a los catalanes de siempre, de manera que la independencia de Catalunya es su esperanza.
La estrecha relación que aseguran los unionistas españoles, las élites del Sistema y sus clases dominantes, hace tiempo que se ha roto; y no coincide con los intereses de unas generaciones que buscan consolidar su propio proyecto vital, como personas y como pueblo. El problema de Catalunya –como el de Euskal Herria– es un problema irresoluble para un reino de España decadente, anegado por la corrupción tanto de la derecha como de la izquierda socialdemócrata.
Si se subvierten las instituciones del reino de España y se crea la república Catalana será en el ejercicio del derecho a decidir que proclama su convicción democrática para alcanzar una vida humana más plena, libre y justa. Será con el voto de todas las personas de Catalunya como se producirá la separación, contrariamente a como se ha sostenido la unión con la fuerza de las armas. La historia política de Catalunya no comenzó con la guerra de sucesión española ni acabó con el fusilamiento de Companys. La historia política de Catalunya continúa con la esperanza puesta en la última palabra de todas las gentes catalanas que acogerán las urnas el día 9 de Noviembre.