Una vez más, el Aberri Eguna arroja un retrato de la Euskal Herria real. No digo que las elecciones que periódicamente se celebran en los territorios históricos no brinden un mapa veraz de como los abertzales contemplan aspectos como la nacionalidad o la territorialidad. Pero qué duda cabe que una fecha tan señalada como el Día de la Patria vasca refleja como pocos otros actos la sensibilidad reinante en el País: un País de dos velocidades.
Mucho ha llovido desde que Telesforo Monzón hablara sobre la recomposición del jarrón roto. Si tomamos la acepción más territorial de la metáfora, es evidente que seguimos enquistados por lo que se refiere al acercamiento y/o potencial reagrupamiento de los cuatro territorios históricos de Hegoalde bajo una sola jurisdicción. Y, si ya resulta difícil el logro de ese viejo anhelo, poco más habría que decir que lo que supondría la eliminación de la muga que separa a Iparralde de Hegoalde.
En el sentido meramente político, justo es reconocer un gran avance, en gran medida logrado a partir de la Iniciativa de Maltzaga. La acumulación de fuerzas soberanistas, aún con sus probables tensiones internas, es una realidad por lo que se refiere al ala izquierdista del soberanismo. Sin embargo, el histórico Partido Nacionalista Vasco no participa de esa acumulación de fuerzas.
Es imperioso que, más allá de los afanes de la política partidista, ese caldo de cultivo sobre el que se asienta, es decir, la opinión pública, comience a ver el ejercicio del derecho de autodeterminación (de soberanía, por tanto) es la mejor solución para Euskal Herria. De modo aún más claro debería verse si tenemos cuenta el contexto de recesión económica en el que está sumido el Imperio (España de modo oficial y Francia de modo extraoficial). España es un lastre, como dijo en su día Joseba Egibar pero, ¿acaso Francia no lo es? Entiéndase en este segundo caso el término lastre no tanto en sentido económico sino en sentido socio-cultural, fundamentalmente.
Al sur de los Pirineos se evidencia más que nunca que apostar por España es un mal negocio y que la pretendida virtud de remar todos en la misma dirección para no dividir a la sociedad vasca es una milonga más orquestada por el rival político de Baskonia. Nadie como ese enemigo disfrazado de “Estado de Derecho” sabe bien lo que supone el adagio “divide y vencerás”: cree el ladrón que todos son de su condición.
Que sean ellos los que jueguen a su juego. El nuestro bastante difícil y arduo es: terminar de recomponer el jarrón roto y que, olvidando de una vez viejas rencillas entre izquierdas y derechas reivindiquemos todos el derecho inalienable de los vascos a regirnos con una completa soberanía.
Harriola Elcano