Las cosas nunca fueron fáciles. No deberíamos quejarnos tanto en balde. Al fin y al cabo, los irlandeses pasaron -y pasan- por lo mismo que ahora hemos de pasar los vascos. Nada nuevo bajo el sol.
El arranque de los procesos de paz es siempre tortuoso, difícil, exasperante incluso. Nada que alegar en ese sentido. Lo que sucede es que, con frecuencia, lo olvidamos, y, consecuentemente, caemos en la desesperación con bastante facilidad.
En lo que nos ocupa -el contencioso vasco-, es evidente lo terca que nos resulta la realidad que se presenta a nuestros ojos. Para empezar, vemos cómo, de entrada, no se mueven las dos partes enfrentadas en franco conflicto, sino tan sólo una de ellas. Esta falta de bilateralidad no debería escandalizar a nadie. Hasta que el conflicto entra en fase de resolución, esto es, hasta que se sientan las bases de un hipotético proceso de paz, suele ser una de las partes la que tira de la otra.
Hoy se celebra en Bilbo una manifestación que se prevé multitudinaria. Que, posiblemente, de nada servirá para mover a un gobierno español más inmovilista que nunca. Es triste decirlo – y más triste comprobarlo-, pero las manifestaciones son lo que son: meras demostraciones de fuerza, más allá de las cuales que ningún gobierno ejecutará ningún movimiento fuera de su bien preestablecido guión. Y nada hace pensar que de esta demostración de fuerza pueda colegirse un cambio en una actitud absolutamente enrocada por parte de Mariano Rajoy y sus muchachos.
Como ya sucediera en otras ocasiones, el movimiento de fichas muy posiblemente esté ejecutándose sin luz ni taquígrafos, fuera de las grandes movilizaciones, más allá de las ruedas de prensa, ajenas al fragor de los medios de comunicación, de sus redactores y columnistas. De hecho, es mejor que así sea, porque resulta habitual que las filtraciones den al traste con los esfuerzos de meses y años.
Por lo demás, no deja de ser curioso que cundan en la población cierta sensación de desánimo, de que las cosas no avanzan, por más que se secunden decenas o cientos de manifestaciones, de entrevistas entre partidos, de contactos al máximo nivel. Debe haber algo más, algo entre bastidores y bambalinas. Si no es así, a más de uno nos darían ganas de cortarnos las venas, honestamente.
Pero insisto, mejor es no saberlo. Que quienes han sido designados para esas siempre aplaudidas labores de cocina den lo mejor de sí mismos, eso es lo único que les pedimos. Que sean profesionales y, sobre todo, que, por lo que se refiere a la causa vasca, arrimen el ascua a nuestra sardina y no cedan más allá de lo humanamente exigible; que no se dejen engatusar por los cantos de sirena que a buen seguro les llegarán desde filas constitucionalistas. Así sea.
Fray Pistolas (Komando Dultzinista)