Vivimos en un momento histórico que tiene similitudes respecto a aquella época de la República robada a la esperanza de una vida mejor; pero actualmente, el pueblo vasco dispone de mecanismos e instrumentos democráticos que eran impensables hace 80 años; niveles que nos permiten hablar efectivamente del Oasis Vasco, pero no como espacio de complacencia y de inmovilismo, sino como espacio que continúa poseyendo capacidad colectiva de empoderamiento democrático.
A finales del siglo XX y en el XXI volvemos a encontrar este sugerente concepto, pero ya desde una visión mucho menos épica. Aparece en distintos artículos de prensa madrileña escritos por vascos, como Patxo Unzueta, y en diferentes libros y artículos académicos de historiadores e historiadoras de la UPV-EHU. Recientemente, académicos nacionalistas de nuevo reivindican el concepto de Oasis Vasco para «referirse al ejercicio de moderación, responsabilidad, sensatez y sentido común que la política (y la sociedad) vasca exhibe frente al escenario convulso y complejo de la política española, marcado por un alarmante auge y ascenso de los populismos de derechas y por un modo de hacer política basada en la exclusión y en la estigmatización del diferente». (Juanjo Alvarez, “Deia” 13-01-2019).
Sin embargo, yo, a mis 83 años, creo necesario reivindicar un concepto de Oasis Vasco menos placentero, mucho más vinculado al compromiso colectivo de la sociedad vasca en la construcción de nuestro pueblo, Euskal Herria. Un pueblo abierto al mundo, más solidario y sostenible para todas sus gentes, que respete a las generaciones venideras, desde el trabajo por un modelo de país con capacidad de decisión soberana para garantizar una vida digna en libertad, en democracia plena. Democracia con poder, para garantizar el grado de control de cada uno de nosotros sobre la propia seguridad, sin miedos y con responsabilidad.
Soy niño de la guerra y de la posguerra. Tengo en mente la realidad que vivíamos las familias perdedoras de la guerra (nacionalistas, republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas…) y veo lo que hemos logrado avanzar como pueblo y como sociedad. Pero todos esos avances no se han conseguido con actitudes neutras ni equidistantes, sino que son fruto de mucho trabajo, discusiones, desacuerdos…; en definitiva, alto nivel de compromiso social y político, que finalmente se cristalizaban en acuerdos y espacios de trabajo en común con el que hemos ido construyendo nuestros propios sistemas de educación; de recuperación y normalización del uso del euskera; de recuperación de nuestra historia; del sentido de la cooperación; de la comunicación y establecimiento de puentes rotos por el exclusivismo social selectivo; de relaciones laborales y acompañamiento solidario; de investigación, de cultura, de industria… de permanencia como pueblo.
Falta mucho por hacer, pero la perspectiva histórica que me ofrece la edad, me permite constatar que todos estos avances –algunos han logrado desarrollarse con vocación de estructuras de Estado, aun en grado incipiente sin duda– demuestran que nuestra generación (con nuestros aciertos y desaciertos) tuvo la capacidad colectiva de imaginar una Euskal Herria libre; capaz de articular su pluralidad, euskaldun, soberana, dotada de sus propias instituciones democráticas, con compromiso social, emprendedora, culturalmente vanguardista, respetuosa con nuestro medio ambiente, solidaria e inclusiva como receptora de personas con distintos orígenes… Esta visión no hemos logrado culminarla aun con el nivel de desarrollo que querríamos algunos; pero, esa capacidad humana de visualizar nuestro futuro colectivo, es lo que nos ha permitido llegar hasta el presente con todos los defectos y virtudes del momento actual; y es lo que nos permitirá seguir trabajando para hacer frente a los complejos retos del siglo XXI, siempre desde nuestro compromiso colectivo con los comportamientos democráticos.
Vivimos en un momento histórico que tiene similitudes respecto a aquella época de la República robada a la esperanza de una vida mejor; pero actualmente, el pueblo vasco dispone de mecanismos e instrumentos democráticos que eran impensables hace 80 años; niveles que nos permiten hablar efectivamente del Oasis Vasco, pero no como espacio de complacencia y de inmovilismo, sino como espacio que continúa poseyendo capacidad colectiva de empoderamiento democrático. Para seguir profundizando en los logros consecuentes de la sociedad vasca durante estos últimos 80 años; aquella capacidad que permitió superar la crisis de la pérdida de los fueros y comenzar un proceso de democratización que ha permitido construir un sistema de autogobierno propio y la que nos va a permitir afrontar el futuro con dignidad y responsabilidad.
Disponemos de instituciones propias en los tres ámbitos territoriales en los que está articulada Euskal Herria; una realidad propia de un nuevo ciclo consciente a través del cual se visualiza poder expresar y gestionar la voluntad democrática de la sociedad frente al futuro. En los tres ámbitos se dispone de una importante experiencia institucional y existe una reivindicación social amplia para avanzar en una cultura de profundización democrática, transparente, sin clientelismos ni agujeros negros de poder, donde las consultas y los referéndums ciudadanos sean aceptados como parte de la normalidad democrática. Hemos profundizado en la cultura de la paz y de la convivencia, desarrollando una actitud intransigente contra todas las violencias, desde las de origen político hasta todas las violencias machistas. Estamos avanzando hacia un modelo de sociedad feminista y estamos desarrollado una actitud de compromiso y actitud responsable hacia el medio ambiente y el cambio climático global.
Todo ello en una época en la que el Estado español está inmerso en una profunda crisis democrática y territorial. Un Estado que se está jugando su integridad territorial y democrática ante Europa y ante el mundo, con el juicio a los políticos de Cataluña que comenzará próximamente ante el Tribunal Supremo, acusados de convocar a la ciudadanía y organizar un referéndum sobre la independencia el 1-O. Desde el Oasis Vasco disponemos de los valores y la capacidad social e institucional necesaria para mostrar nuestra solidaridad ante tanta injusticia y represión; pero también para defender y profundizar en nuestra concepción democrática, donde lo normal es decidir y donde debemos, conjuntamente, seguir trabajando y construyendo el poder de la Utopía; para que Euskal Herria reconstruya los valores fundamentales de una sociedad que aspira a la libertad, dentro de un modelo de civilización humana en clave humanista y con un alto compromiso ético y de responsabilidad. Una capacidad de país para continuar con el auzolan de la construcción de Euskal Herria, marcando la diferencia con el esfuerzo en la consecución y promoción de valores y derechos democráticos ‒incluyendo más poder‒ en cantidad y calidad hacia la Utopía de la libertad y seguridad como colectividad humana con conciencia y voluntad de serlo.