Jon Maia
Bertsolari
Hoy estaremos con Altsasu y sus gentes pidiendo la verdad, para siempre; pidiendo justicia, para todos; empujando junto a ellos y agradeciéndoles todo el futuro lleno de valores que nos va a dejar este movimiento, esta gran fuerza llamada Altsasu.
El «caso Altsasu» estaba prediseñado para ser el del gran escarmiento. Escarmiento dirigido a todo un pueblo, un territorio, una comunidad, la vasca en general, la navarra en particular. A las pocas horas de los sucesos en aquel bar, en algún despacho se decidió que allí había cuadrado todo, que era la oportunidad esperada. Se puso en marcha toda una visión en una misma dirección, sacrificar a unos jóvenes, daba igual quienes, esos mismos, para proyectar un mensaje que desgraciadamente para ellos estaba quedando en entredicho. Era un mensaje del Estado, mediante todos sus medios de comunicación, privados y públicos, esa voz perpetuada desde que el grande descubrió el gusto de aplastar al pequeño, que en diferentes formas siempre nos ha dicho: Aquí mando yo y esto es lo que os espera. Esto es lo que estamos dispuestos a hacer con vosotros. Mirad, no tenemos límites. Justo cuando la historia está dando un giro antes no conocido, ellos nos dicen: Esto va a ser el nuevo tiempo del que habláis. Nos ensañamos, porque podemos. Altsasu, la represión elevada a humillación. Oscurecer el optimismo, matar la esperanza.
Ellos querían hacer de Altsasu una versión terrorífica de un pueblo y de su juventud, y además, que fuese extrapolable a cualquier otro pueblo. Cuidado, te dicen, aquí no va a cambiar nada. Aquí la guerra sigue porque quiero yo. Esta de Altsasu estaba destinada a ser una lección represiva que quedará para la historia. Altsasu, el ejemplo paradigmático. El antes y después, el salto represivo final en el conflicto vasco. Aviso a navegantes. Petición de 375 años de condena a dividir entre 8 jóvenes (más dos menores), sí, a partir de una pelea en un bar. Ni más ni menos, tal como suena. Terrorismo. Aquí y ahora, también después de ETA, nosotros hacemos lo que queremos con vosotros. Y a ver si aprendéis de esta para muchos años.
En este pueblo de poco más de 7.000 habitantes primero fue una estupefacción general, el dolor, el golpe sordo, seco, el impacto, el shock. Detenciones a la antigua usanza. Vuelven sensaciones del pasado a nuevos hogares. Unas madres y padres que se encuentran de un día para otro con ministros, jueces y hasta el presidente del Estado hablando en términos de guerra sobre sus hijos e hijas. Uno se puede imaginar el miedo. Se está creando la tormenta perfecta. Una construcción bien conocida por estos lares, pero que se creía íbamos dejando en el pasado: el relato del terror frente al de la convivencia. Un objetivo: perpetuar lo que está a punto de cambiar, blindar un estado policial imposible de justificar ya, sembrar odio esperando poder recoger tempestades y así alargar el tiempo pasado, frenar cualquier sensación de avance de convivencia, de paz. Convertir el caso de Altsasu en una venganza histórica. Hacernos revivir algo que ya nadie apenas quiere. Eso era lo que tenían prediseñado con Altsasu y toda nuestra sociedad en general y eso es lo que se quiere escenificar en el juicio que después de un año y medio con tres de los jóvenes en prisión preventiva, ya comienza.
No era fácil, más bien era una misión casi imposible para esas familias, pero después de año y medio desde aquella noche, a día de hoy, podemos decir que irremediablemente, eso ya no será así. Levantándose primero poco a poco del dolor, de la incredulidad, del golpe mayúsculo, cuanto más lo pienso más claro lo veo: Altsasu es a día de hoy uno de los mayores, más profundos, plurales y esperanzadores símbolo de futuro que tenemos todos los que queremos dejar atrás los tiempos de guerra y llenar la paz de derechos.
Podemos decir que en la misma proporción que han sembrado odio, ahora nosotros recogemos valores humanos. Me emociono cada vez que veo esas madres y esos padres en la televisión, prensa y radio, ahora aquí, después en Madrid, luego Bruselas, un día sí otro también, luchando por sus hijos e hijas, ahora ya, podemos decir, por los de todos nosotros. Estas familias llevan año y medio recorriendo todos los pueblos, foros y lugares posibles pidiendo justicia, defendiendo la paz y la libertad que, aun no habiendo llegado todavía, ya nos las querían robar. Cuánto miedo hay a esta paz y a los derechos que intrínsecamente debe llevar, por parte de los que solo pueden justificar su existencia mediante la guerra. Hoy podemos decir que estas madres y estos padres han conseguido convertir a sus hijos en un símbolo, y lo mismo han conseguido con su pueblo. Y no solo para los que vivimos en este territorio. Ante la temible involución democrática que se vive en todo el estado español, el simbolismo de Altsasu cobra una dimensión mayor. Sin ellos buscarlo, son un ejemplo para mucha gente de muchos lugares.
La historia cambia gracias a gente así. Es el factor humano, que es capaz de vencer a cualquier otro, que por muy grande y poderoso que sea, nunca llegará a la fuerza de una madre o un padre que lucha por la vida de la persona que más quiere. Estamos viendo el esfuerzo descomunal de esta gente por esclarecer estos sucesos, por conseguir que la verdad logre vislumbrarse por encima de todo un poderoso entramado al servicio de la razón de estado. Ante el desamparo de la justicia. Una madre, un padre que se acuesta un día tras otro después de mover una montaña, para volver a empezar a mover otra al día siguiente.
El movimiento surgido alrededor de Altsasu es a mi entender, de lo más hermoso e importante que hemos visto en mucho tiempo. Paradójicamente, este conflicto tan doloroso nos obliga a ahondar en valores y empatías, de una manera que sino difícilmente lo haríamos.
Altsasu, sí, va a ser un antes y un después. Pero no el que querían los que lo diseñaron. Porque ahora, gracias a Altsasu vamos a blindar el futuro. Pase lo que pase en este juicio, Altsasu es la puerta de la nueva era. Es la fuerza que surge ante el dolor, es la nueva épica: la del esfuerzo infinito de la gente de la calle por la convivencia real, la justicia, la libertad, la paz y el futuro. La de un pequeño pueblo de un valle navarro ante el abuso de poder de todo un estado. Es el tesón atávico que vive en cada madre, en cada padre, un tesón humano y personal que ha transcendido el ADN, el hogar, se extiende por toda la geografía y consigue sumar personas, movimientos, canciones, pueblos, entidades, textos, sensibilidades políticas opuestas, concentraciones, dibujos, actos, parlamentos, marchas, declaraciones, abrazos, conciertos, adhesiones, lazos que entre todos conforman un enorme muro hecho de algo nuevo, un compuesto de todo ello, un dique de contención gigante y que ahora es toda una inversión para todos los que deseamos otro futuro. Lo de Altsasu se ha convertido en ejemplar y paradigmático, sí, pero para los que creemos que podemos unirnos para crear una sociedad mejor. Vienen tiempos de nuevas sinergias, de mirarnos de otra forma, de empatías, de crear nuevos consensos que sean garantes de todos los derechos colectivos e individuales y el esfuerzo de Altsasu, de estas familias y la inmensa mayoría de sus habitantes es ya una gran metáfora de este nuevo tiempo.
Altsasu anuncia que otro futuro es posible. Que ya está bien. Que somos muchos y muy diferentes los que queremos otra sociedad, otro futuro para nuestras hijos e hijos, para toda la gente de buena fe, que la hay en todos los sitios, en todos los sectores, gente que entiende que hay que empezar una nueva era y que, irremediablemente, tiene que ser en igualdad de derechos y en ausencia de violencia. También para el de los guardia civiles perpetuados a mantenerse encuartelados en una lógica de guerra, donde y en un pueblo que está dando semejante lección de convivencia y pluralidad; donde llevan décadas conviviendo emigrantes de ayer y hoy con la gente del lugar, y donde siguen trabajando esa convivencia con especial dedicación.
Este sábado estaremos en Iruñea con esas familias, con ese pueblo que ha sabido sacar lo mejor de lo peor. Un pueblo que nos está dando una lección inmensa.
Hoy estaremos con Altsasu y sus gentes pidiendo la verdad, para siempre; pidiendo justicia, para todos; empujando junto a ellos y agradeciéndoles todo el futuro lleno de valores que nos va a dejar este movimiento, esta gran fuerza llamada Altsasu. Todo esto quedará como legado de futuro, para todo el conjunto de la sociedad, un legado del que incluso se beneficiarán aquellos que hoy nos lo quieren robar. Orgulloso y privilegiado por caminar junto a tí, eskerrik asko Altsasu. Ojalá, simplemente, todos vuestros hijos e hijas duerman pronto en casa.