Txema Landa
Se ha convertido en uno de los mantras en los últimos tiempos, pero además de ser un mantra encierra una necesidad evidente, para seguir adelante todos y todas debemos de reconocer el daño causado, por que necesitamos ser capaces de reconocer todos los daños causados colectivamente.
Necesitamos que se reconozca el daño causado en las personas y en las cosas por la violencia de origen político en los últimos años, pero también que se reconozca el daño causado por la violencia institucional en las personas y en las cosas.
Necesitamos que se reconozca el daño causado por el golpe de Estado, pero también necesitamos que se reconozca el daño causado en defensa de la legalidad republicana.
Necesitamos que se reconozcan muchos daños más concretos, desde el causado en Navarra por el Bando de Mola, hasta el causado por la rendición de Santoña.
Que se reconozca, específicamente, el daño causado a las mujeres que fueron doblemente víctimas, por sus ideas y por su género.
Que se reconozca el daño causado, también, a todas las personas que tuvieron que ir a todos los exilios, no solo a los exilios de los dos últimos siglos y de las cuales solo una minoría han regresado.
Que se reconozca el daño causado en la cultura y en la lengua de nuestro país, no solo por quienes activamente han intervenido para tratar de hacerla desaparecer, sino también por quienes pasivamente, desde instituciones de todo tipo, no han hecho lo suficiente para devolverle su dignidad.
Estos son ejemplos, pero podríamos seguir hasta la saciedad, pues en cada pueblo, en cada barrio y en cada espacio se han producido vulneraciones de todo tipo.
Con el reconocimiento del daño causado en todos los terrenos, cuando se reconozca que o bien no se hizo lo correcto o se pudo hacer mejor, resolveremos, tal vez, la interiorización de algunas víctimas que creen que lo son porque hicieron algo mal.
Nos enfrentaremos al Auto Odio que nos lleva a identificarnos con el causante del daño, por tener una posición dominante, rechazando lo propio por estar estigmatizado, llegando a pensar que fue nuestra posición, nuestro empecinamiento el que desencadenó el daño.
Reconozcamos que el daño fue evitable. Reconozcamos que el dolor causado no prescribe.