ELADIO ZILBETI AZPARREN, el fundador de Osasuna que Franco ASESINÓ.
Más de 80 años después de caer bajo las balas del fascismo, el nombre de Eladio Zilbeti está grabado en las calles de Pamplona, una de las arterias que lleva directamente a la puerta principal del campo de Osasuna recordará a aquel hombre que participó en la fundación del equipo navarro. Su compromiso social le llevó a militar en Acción Nacionalista Vasca (ANV). Por eso lo mataron. Y por eso, precisamente por eso, han tenido que pasar 8 décadas para que haya una placa oficial que le recuerde.
“Son deudas que tiene la sociedad de Pamplona. Estamos contentos, pero también da pena que nadie lo haya hecho antes”. Zilbeti fue una figura que jamás recibió ni la más mínima distinción por parte de ninguno de los partidos que gobernó esta ciudad tras la muerte de Franco. Ni UPN, ni PSN, ni la desaparecida CDN. Sin embargo, las cosas han cambiado en Navarra. Eladio, por su vida y por su muerte, merecía una calle bien cerca del campo de Osasuna, allí donde su equipo, el de toda la vida, sigue sufriendo y celebrando. O celebrando y sufriendo.
Eladio Zilbeti Azparren nació el 2 de diciembre de 1898 en la capital navarra. Era el mayor de 6 hermanos: Jesús, Francisco, Felisa, Amparo y José. Su familia procedía de la montaña navarra. Su padre, Bartolomé, de Casa Putxu en Auritz, emigró a la capital a finales del siglo XIX para buscarse el sustento, junto a su mujer María, originaria de Biskarreta. Logró regentar su propio negocio de paños y tejidos. Su hijo Eladio heredó ese instinto mercantil, centrándose en el sector más novedoso de agente comercial, primero siendo gerente en Nafarroa de la compañía de seguros Plus Ultra y después dirigiendo su propia agencia, denominada Tirren, en el local de la tienda de su familia.
Eladio se involucró en 1920 en la fundación del equipo pamplonés, fruto de la unión entre la Sociedad Sportiva y el New Club. Fue quien propuso el nombre de Osasuna (“Salud” en euskera) durante una de las reuniones celebradas en el café Kutz, el lugar donde nació esta entidad deportiva. La vieja Iruñea de principios del siglo XX, en pleno proceso de transición entre su carácter rural y la industrialización que se avecinaba, rompía viejos moldes y tradiciones, abriéndose paso a ideas más modernas, en lo político, cultural y artístico. Eladio no fue ajeno a tal evolución, se ilustró junto a toda una generación de jóvenes creadores, con los que no solo compartió inquietudes culturales, sino también debates ideológicos y correrías nocturnas.
Cuando el fascismo amenazaba con prohibirlo todo, incluyendo el euskera, Zilbeti se comprometió con la lucha por la libertad. Lo hizo desde ANV, uno de los grupos políticos vascos que luchó contra la tiranía, partido que defendía el laicismo frente al espíritu religioso del PNV. También existen datos sobre su posible militancia en el sindicato ELA, otra de las organizaciones que se opuso al nacionalcatolicismo. Todo ello era suficiente para que el nuevo régimen quisiera acabar con su vida.
Eladio fue detenido y llevado a la cárcel provincial el 21 de diciembre de 1936. Entonces tenía 42 años y estaba casado con Joaquina Sánchez Cayuela. Fue fusilado en Etxauri el 16 de enero de 1937 a unos 18 kilómetros de Pamplona. Los franquistas le fusilaron por ser abertzale y de izquierdas. No acabaron con Eladio en un arrebato incontrolado durante los primeros días del alzamiento de Mola. Esperaron 6 meses para terminar con su vida, en un acto de pura venganza. Para recordar a las 51 personas fusiladas en este pueblo cercano a Iruña, se alzó un monolito con 51 estrellas en el año 2011.
Eladio no era un elemento destacado ni peligroso, era un honrado trabajador de ANV. Y le dieron el mismo trato que a otros camaradas: José Plazer Mtz. De Lezea, Pedro Barrondo, Joxe Azurmendi, Ángel Madariaga, Alberto Barandika o el pelotari Francisco Liñero. Fusilados por ser militantes de EAE-ANV. En la ficha de Eladio aparece una macabra descripción: “Causa de la muerte: A consecuencia del Glorioso Movimiento Nacional”. En enero de 1940, sus restos fueron llevados al cementerio de Iruñea, reposando desde entonces en el panteón familiar.
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